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¿Por qué el café es vital para iniciar el día? Los beneficios de esta bebida en el trabajo



El café como cultura de oficina

Cada mañana, más de 158,000 personas inician su día con una taza de Starbucks en mano. Diana González, directora de Recursos Humanos para la cadena en México, explica que para muchas personas ese café representa el primer estímulo del día. El aroma activa los sentidos, la temperatura reconforta y la cafeína despierta la energía necesaria para arrancar.

La presencia de Starbucks cerca de oficinas no es coincidencia. Actualmente, la cadena tiene 900 tiendas en México. Cincuenta y dos están ubicadas cerca de corporativos y ocho se encuentran dentro de edificios de oficinas. El pico de consumo va de las 7:30 a las 11:30 de la mañana y la bebida más elegida para activar el día es el café latte.

Este fenómeno no ocurre solo en Starbucks. Otras empresas también han sabido capitalizar el gusto por el café ubicándose estratégicamente cerca de oficinas, como lo hacen Oxxo, 7-Eleven o cadenas de conveniencia con estaciones de café listas para llevar. En algunas organizaciones, hay máquinas de Nescafé que se integran a la dinámica del día, y en las esquinas, los vendedores ambulantes ofrecen café con pan a quienes buscan una dosis rápida de energía antes de cruzar la puerta del trabajo.

“Creemos que el café genera conexiones humanas. Ese momento en la tienda o en la oficina se vuelve un espacio de contacto entre personas”, dice González. En el corporativo de Starbucks, por ejemplo, los lunes comienzan con una cata de café. Es un ritual que conecta a los equipos, transmite noticias del negocio y fortalece el vínculo con las raíces de la marca. “No es marketing, es cultura laboral”, apunta.

En México, existe la creencia popular de que los lunes son el día más difícil de la semana. En Starbucks, decidieron hacer de ese día un punto de encuentro. En lugar de arrancar con juntas técnicas, el equipo se reúne para probar granos de distintas regiones, identificar aromas, comparar notas y, de paso, compartir lo que viene para la semana.

No hay diapositivas ni jerarquías. Solo una prensa francesa al centro de la mesa, una taza por persona y muchas ganas de escuchar. Algunas veces la conversación es acerca del negocio, otras sobre lo que alguien aprendió el fin de semana. Y en medio de todo, el café sirve como pretexto para conectar de verdad.

Por qué el café impulsa la productividad

También influye lo que ocurre en el cuerpo. Según el neurólogo Alan Praget, del Hospital de Especialidades del Centro Médico Nacional La Raza, el café mejora la atención, el tiempo de reacción y la capacidad de mantenerse despierto, sobre todo en personas fatigadas. “El café no te vuelve más inteligente, pero sí ayuda a que rindas mejor si estás cansado. Por eso muchas personas lo consumen apenas despiertan, cuando el cuerpo aún se siente agotado”, dice.

Además de ese efecto funcional, el café activa de forma indirecta la liberación de dopamina, un neurotransmisor que interviene en el sistema de recompensa del cerebro. No ofrece una sensación intensa de placer, pero sí alivia el malestar. Esa pequeña corrección emocional lo convierte en un hábito difícil de soltar, sobre todo en jornadas largas.

El neurólogo explica que, aunque el consumo de café no alcanza los niveles clínicos de una adicción, sí puede generar cierta dependencia. “Hay tolerancia y un síndrome de abstinencia reconocido. Puede haber irritabilidad, dolor de cabeza y fatiga si se suspende de golpe”, advierte.

En espacios de trabajo donde la creatividad y las relaciones humanas son fundamentales, el café también juega un papel simbólico. Hay quienes lo asocian con una sensación de bienestar, pero el entorno cuenta mucho. Una taza en compañía o como parte de un ritual personal puede provocar satisfacción moderada, hasta felicidad, aunque el efecto químico en sí mismo sea limitado.

Incluso quienes trabajan desde casa replican el ritual. Para muchos, preparar café es lo más cercano a un inicio formal de la jornada laboral. Otros eligen reunirse en torno a una taza como pretexto para conectar, planear o simplemente compartir. El café, al final, es eso, un espacio de coincidencia.

“Yo recomendaría no pasar de dos tazas al día. A partir de cinco, ya puede haber efectos negativos en el estado emocional y en funciones mentales más complejas. En lugar de tomar más café, lo ideal sería mejorar la calidad del que ya se consume”, advierte Alan Praget.

Y mientras Arturo Sánchez sigue negociando con té desde Tokio, muchos en México defienden su taza de café como si fuera un derecho laboral no escrito, pues entre juntas que se alargan, horarios apretados, teclazos sin pausa y listas de pendientes que no terminan, el café deja de ser solo una bebida para convertirse en una necesidad funcional, pero también emocional y cultural.





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