WhatsApp no solo es una plataforma de mensajes que nos facilita comunicarnos con otras personas, también es un espacio que nos permite expresar nuestra identidad y nuestras emociones, gracias a la posibilidad de elegir la foto de perfil que queremos mostrar y el estado. Sin embargo, hay personas que aunque muestran su foto de perfil, evitan compartir estados. ¿Qué dice la psicología de ellos? Aquí te contamos.
Los estados de WhatsApp son una función que surgió hace unos años para permitirles a los usuarios compartir actualizaciones breves de texto, fotos, y videos que desaparecen después de 24 horas, de manera similar a como lo hacen redes sociales como Facebook o Instagram.
También, de manera similar a esas redes sociales es posible ver los estados que comparten otras personas desde sus propias cuentas de WhatsApp, por lo que es fácil saber quiénes los comparten de manera cotidiana y quiénes no. Las razones pueden obedecer a motivos muy diversos, entre ellos, el bienestar emocional.

Privacidad y autocuidado emocional
Hoy día, el mundo digital nos ha llenado de imágenes, videos y textos que reflejan cualquier cantidad de opiniones y expresiones personales, así como información de cualquier tipo. Los estados de WhatsApp no escapan a esta dinámica, por lo que hacer un repaso por los estados de tus contactos es casi similar a abrir el timeline de tus redes sociales. Algunos psicólogos consideran que no participar en esa dinámica obedece a un acto de autocuidado de la salud mental, evitando exponerse a las comparaciones y a la validación de otras personas.
Asimismo, no obstante que los estados son información pública, en tanto es posible que otras personas los vean, hay quienes siguen privilegiando su privacidad, por lo que no compartir estados es un acto de mantenerse a raya de los demás, en un espacio de mayor intimidad.

Apuesta por relaciones más profundas
Asimismo, los expertos sugieren que la apremiante necesidad que algunas personas tienen de compartir dónde están y qué hacen en todo momento puede resultar agotador para quienes lo ven, de tal manera que no hacer lo mismo se vuelve un acto de rebeldía, que reivindica el control que uno tiene sobre lo que comparte y no sobre su vida.
En ese sentido, quienes no publican estados podrían estar apostando por vincularse con otros de manera más directa y profunda, lejos de los reflectores, al considerar que hacerlo en el entorno digital es como convivir tras una vitrina donde todos pueden ver y opinar.
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