Jorge Caballero
Periódico La Jornada
Jueves 27 de marzo de 2025, p. 7
Los diversos sonidos de la riqueza musical de Salif Keita alegraron al público reunido en el auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes (Cenart) y, como lo prometió el músico africano, puso a bailar a decenas de fanáticos en el escenario, quienes, ante la invitación del maliense, se levantaron de sus butacas, trasformando la duela en una resplandeciente y concurrida pista de baile. Fue una radiante danza colectiva sucedida en arte escénico tribal donde todos sacaron sus pasos como les dictó el ritmo de la música. Una enorme consumación del concierto de Salif Keita.
La velada estaba pactada a las 20 horas del pasado lluvioso martes, pero 30 minutos antes ya estaba rebosante y la fila serpenteaba por uno de los costados del Blas Galindo; muchos se quedaron con las ganas de presenciar la actuación en la tercera visita a México del originario de Mali.
El sonido dio la tercera llamada y los músicos comenzaron a tomar sus posiciones, la expectación del público se sentía en el apretado aire del auditorio: Harouna Samake, con su arpa africana, fue el primero en salir, seguido de Seydou Kouyate, quien haría los honores en los teclados; por su parte, Linley Marthe se acomodó su bajo de cinco cuerdas; Moise Sagara hizo lo propio en los tambores, mientras Daouda Kone se posicionó en las percusiones y el enorme Adédèjì se ajustó la correa de su guitarra. La gritería se hizo presente, pero con una modulación aceptable.
Un par de minutos después las elegantes coristas Aicha Mariko y Soubeiga Fatoumata se instalaron frente a sus micrófonos, la gritería subió unos cuantos decibles respecto a los músicos que les antecedieron.
Arsenal musical
Las más de 600 personas que ocupaban la sillería del Blas Galindo, concentraron su vista en la puerta por donde saldría la estrella de la noche. Al avistar a Salif Keita con su característico dashiki rojo y gafas oscuras, el júbilo del respetable fue ensordecedor: gritos, aplausos, chiflidos y el clamor ¡viva África! La espera había terminado Salif Keita salió a escena.
El descomunal músico de 76 años alzó el brazo derecho, se inclinó para agradecer al público y comenzaron los extensos y sinuosos surcos sonoros con las notas de Mama: las percusiones y tambores encontraron refugio en los corazones de los asistentes, la piel se enchinó con el arpa africana al momento de acoger las notas provenientes de la guitarra… pero la voz de Keita fue lo mejor que llegó hasta la dermis y filtrada por el nervio óptico se coló al torrente sanguíneo para infestar el resto de los órganos de los presentes, donde su arsenal musical alojó el resto de la velada con su tersa voz ofrecida a cuentagotas en algunas ocasiones y, en otras, de tajo, como un delicado mazo que todos recibieron complacidos.

▲ El músico africano durante su presentación en el auditorio Blas Galindo del Cenart.Foto Roberto García Ortiz
Evidentemente la música de Keita, que en ese momento entonaba Dery, incitaba al baile, unos pocos se desprendieron de su silla e intentaron ponerse a bailar. Salif se quedó pétreo detrás de sus gafas oscuras contemplando al público, pero los acordes de la movida pieza Yamore lo sacaron de su concentración y ahí definitivamente comenzó la consagración de la homilía musical entre Keita y los asistentes que ocupaban las butacas. La escena se repitió con Tonton y Lerou lerou.
Llegó una triada acústica en solitario de Salif Keita, tres temas para disfrutar cabalmente su voz, que caló profundo, se sentía, a pesar de la delicadeza con la que cantaba, un dejo de tristeza, un aire de otro momento distinto, más áspero, más combativo, menos delicado.
El escenario se volvió a llenar con los músicos de Salif y volvió la gozadera con Laban, Nous Somme Revoité y con Papa, el concierto alcanzó su momento. Pero aún faltaba lo mejor, que llegó con Madan. Keita invitó a la audiencia a pasar a bailar al escenario, ahí fue cuando unas 100 personas abandonaron sus butacas para acompañar a Keita y sus inquietos músicos.
Así se vivió la descarga del cúmulo musical de Salif Keita en el Centro Nacional de las Artes, en el Blas Galindo. A pesar de que cantó en acústico y eléctrico y hubo fiesta, baile y mucha música, la mayoría de los asistentes salieron con ganas de más.
En esta su tercera vez que el músico visita nuestro país, y tras 10 años de ausencia, el público mexicano disfrutó de su repertorio en el que fusiona ritmos tradicionales africanos con jazz, blues, música contemporánea y su poderosa voz que ha conquistado audiencias en todo el mundo.
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