La población en México ha disminuido por debajo de la tasa de reemplazo, con serias consecuencias económicas a corto y largo plazo. Muchas mujeres en edad reproductiva no tienen hijos y señalan que no van a tenerlos.
Según la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica, que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía publicó en 2024, la tasa de fecundidad pasó de 2.7 descendientes por cada mujer en 2018 a 1.6 en 2023, muy por debajo de la tasa de reemplazo de 2.1, necesaria para mantener una población a largo plazo.
Como resultado de los cambios socioeconómicos, en la década de los 60 del siglo XX empezó a disminuir la fecundidad en México, sobre todo en sectores urbanos y con mayor escolaridad.
En la década de los 70, la tasa de fecundidad siguió bajando, aunque aún era muy alta: 4.2 hijos por mujer. Pero a partir de los años 80 hubo reducciones muy significativas como resultado de la política de población en el país.
Las políticas públicas iban encaminadas a disminuir el crecimiento poblacional, dado que las proyecciones demográficas de mediados de la década de 1970 señalaban que la población del país se duplicaría en 20 años si no se tomaban medidas. Para lograrlo fueron muy importantes los programas de planificación familiar y el uso masivo de métodos anticonceptivos, así como los cambios en las normas sociales y una mayor escolaridad de las mujeres.
Para 1997, la tasa de fecundidad era de 2.7 hijos por mujer, una baja muy importante si se compara con la tasa de los años 60, que era de 7.3 hijos por mujer.
El bono de género
Investigadores de la UNAM señalan que a medida que se reduce el tamaño de la familia y aumenta la escolaridad de las mujeres, también se incrementa su participación en el mercado laboral.
Este fenómeno tiene una serie de consecuencias, y una de ellas, al menos en términos económicos, es el denominado bono de género, que se refiere al potencial beneficio económico que se puede obtener con el incremento de la participación femenina en actividades productivas.
El aumento de las mujeres en el mercado laboral genera beneficios económicos para ellas, sus hogares y la economía del país.
Embarazo adolescente
Si bien se ha reducido la tasa de fecundidad, esta disminución no es pareja en todo el país: en algunos estados del sur es más alta que el promedio nacional.
A eso se suma el problema de los embarazos en adolescentes, pues México tiene tasas altas con repercusiones negativas en la salud y la educación de la mujer y, por tanto, en su inserción en el mercado laboral y en la posibilidad de contar con ingresos, así como en su desarrollo humano.
Cerrar las brechas laborales
Diferentes estudios muestran que entre las principales limitantes para que las mujeres participen en la actividad económica está la carga del cuidado de las hijas e hijos. Por ello, son muy importantes las políticas encaminadas a una redistribución de los trabajos de cuidados no remunerados en la familia.
Incentivan la maternidad
Las políticas públicas encaminadas a incentivar la maternidad son muy importantes, pero se debe tener cuidado de no castigar a las mujeres que decidan no contribuir con su descendencia.
Algunos ejemplos son las transferencias en efectivo relacionadas con el nacimiento de una hija o hijo; también algunos subsidios para el cuidado infantil a partir de guarderías. En ciertos países se cuenta con trabajadoras y trabajadores sociales que van a los domicilios para apoyar en el cuidado de los bebés, sobre todo durante los primeros meses.
Es importante tener en cuenta que, si bien en los países donde se han empleado cuidadores dieron pie a algunas mejoras, no condujeron a un aumento significativo de la tasa global de fecundidad.
Deja una respuesta