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espués de una y mil escaramuzas, Donald Trump firmó el decreto mediante el cual se aplica 25 por ciento a la importación de automóviles y sus partes, violando el tratado comercial con México y Canadá y descoyuntando el comercio en el mundo entero.
La falta de claridad y rigor en el decreto ha creado angustia, incertidumbre y molestia, en primera instancia, entre sus dos principales socios comerciales, México y Canadá.
El efecto se ha reflejado en la inestabilidad en el mercado de valores estadunidense. La falta de claridad sobre la forma en que se instrumentarán y cuál es la extensión de la medida es patética. Por lo menos, en tres ocasiones ha cambiado la fecha en que entrarán en vigor, así como su alcance.
Día con día cambia el número de las marcas de autos que serán afectadas y las excepciones que serán aplicadas a cada una de ellas.
Una de las reglas que ha causado mayor confusión y estupor es el caso de los autos que se fabrican en México. El arancel se aplicará a los que se exportan a EU cuyos componentes (hay por lo menos 10 mil en cada uno) no provengan de ese país.
Más allá del caso de la industria automovilística en México y el trauma que ha causado la abrupta y arbitraria decisión, la discusión ha derivado en otro terreno: la forma de evitar una dependencia de la que nuestro país parece estar condenado a vivir eternamente.
Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos
, sentencia que se atribuye a Porfirio Díaz, definió la situación en que México viviría inevitablemente. En una y otra ocasión, las crisis económicas allá repercuten con mayor o menor intensidad en su vecino del sur.
Una y otra vez se insiste y se discute la necesidad de diversificar el comercio con otras naciones y fortalecer el mercado interno para evitar que las gripas cíclicas que sufre EU se conviertan en pulmonía en México.
La gravedad de la situación y la urgencia de superarla ha despertado una genuina inquietud por abocarse a estudiar un proceso que rompa con esos ciclos. Sector público y privado han convenido en actuar conjuntamente, preguntándose por qué no había sido posible hacerlo en el pasado.
Cuestiones como la necesidad inaplazable de ampliar y fortalecer la capacidad del mercado interno, y en especial la de una reforma fiscal, se han planteado en diferentes foros. En ese mismo sentido, hay voces expertas que llaman a diversificar nuestros mercados en el exterior.
En esta ocasión, dada la irresponsable determinación del presidente estadunidense de romper con el orden comercial en todo el planeta, tal vez sea más factible desarrollar una estrategia conjunta para crecer en coordinación con otras naciones. La propuesta no es nueva, pero podría avanzar, dado que el contexto y las circunstancias son diferentes en esta ocasión.
Contexto y circunstancias son diferentes debido a la insólita conducta del presidente Trump. Un mandatario estadunidense nunca se había comportado como él, incluso en coyunturas como las de las guerras mundiales.
Pareciera que pretende regresar al medioevo y convertir a su país en un reinado con poderes extraterritoriales mediante los que someta a otras naciones a su imperio. La situación ha generado entre sus aliados la necesidad de actuar en bloque para responder a sus agresiones.
Por lo pronto, en Europa, el sentimiento es aparente y las medidas para contrarrestarlas ya se han anunciado. Las intenciones en los países latinoamericanos no están claras, por lo que es difícil hablar de acciones conjuntas como la integración, diversificación de mercados y propósitos, según lo que han propuesto varios especialistas. En este sentido es pertinente la opinión del embajador mexicano Sergio Ley, uno de los conocedores de los insondables secretos de China, en el sentido que debemos acercarnos a ese y otros países, pero con la cautela necesaria para evitar roces con el poderoso vecino del norte.
Es necesario repetir que la incertidumbre es el plato del día, debido a la inestabilidad emocional del rey de cuyo humor mañanero depende el mundo.
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