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Toda una generación de jugadores le debe su primer contacto con los Ultramarines a Cruzada estelar y Hero Quest


Hay dos cosas que recuerdo perfectamente de mi copia de Cruzada Estelar. La primera, la brutal ilustración de la caja a cargo de David Sque, mítica y legendaria donde las haya. Un dibujo de esos que capturan la imaginación al instante: marines espaciales con armaduras imponentes, enzarzados en un tiroteo desesperado contra horrores alienígenas en un entorno oscuro y opresivo. Si tienes 10 años, quieres meterte en ese mundo. La segunda, el olor del juego. Quitabas la tapa y el interior desprendía una mezcla inconfundible de papel, tinta y plástico. No puedo asegurar que no dejara algún tipo de secuela neurológica en mí, pero lo que sí sé es que Cruzada Estelar me marcó profundamente como aficionado a los juegos de mesa y las miniaturas. Sé que no soy el único. Y eso que, viéndolo con perspectiva, ni siquiera era un juego especialmente bueno.

Para muchos chavales de la época, Cruzada Estelar simplemente era el HeroQuest del espacio. Con la diferencia de que HeroQuest gozaba de una presentación más accesible y menos intimidante. Mientras que HeroQuest evocaba los mundos de fantasía clásicos, con sus magos, enanos y orcos en un mazmorreo ligero y emocionante, Cruzada Estelar apostaba por una estética más oscura y violenta. Su caja mostraba combates brutales entre guerreros de élite y monstruos alienígenas que no parecían sacados de un cuento de fantasía, sino de una pesadilla futurista. Para un niño de los 90, esa diferencia era clave. Para los padres también, como veremos.

Lo cierto es que Cruzada Estelar no tuvo el mismo éxito que HeroQuest en España. Tal vez porque su presentación lo hacía demasiado violento a ojos de los padres que buscaban un juego de mesa para sus hijos en centros comerciales y jugueterías. O quizá porque su precio era notablemente elevado, superando al de HeroQuest, lo que lo convertía en una opción menos atractiva para aquellos que querían iniciarse en este tipo de juegos. Sin embargo, para quienes le dieron una oportunidad, Cruzada Estelar fue una puerta de entrada a un mundo que iba mucho más allá de los juegos de mesa convencionales: el universo de Warhammer 40.000.

Cruzada Estelar 1
Cruzada Estelar 1

La historia de Cruzada Estelar

La historia de Cruzada Estelar comienza a finales de los 80, cuando Milton Bradley (la inolvidable BB Juegos), una de las compañías de juegos de mesa más grandes del mundo, decide expandir su mercado con juegos de temática más adulta. HeroQuest, lanzado en 1989, había sido un rotundo éxito, y su colaboración con Games Workshop resultó clave para crear un juego de fantasía accesible, pero con suficiente profundidad para enganchar a jugadores más experimentados. Viendo el potencial de la fórmula, Milton Bradley y Games Workshop se asociaron nuevamente para llevar el mismo concepto al género de la ciencia ficción.

El resultado fue Space Crusade, conocido en España como Cruzada Estelar. Publicado en 1990, este juego tomaba la fórmula básica de HeroQuest y la transportaba a un escenario futurista. En lugar de un grupo de aventureros explorando mazmorras, los jugadores controlaban escuadras de marines espaciales embarcados en peligrosas misiones en naves abandonadas infestadas de alienígenas y Guerreros del Caos. Frente a ellos se alzaba el jugador “malo”, que tomaba el control de los enemigos: guerreros del Caos, androides, robagenes y los temibles Dreadnoughts, unos enormes mechas blindados diseñados por alguien a quien fascinaba Robocop.

Cruzada Estelar 3
Cruzada Estelar 3

El impacto cultural de Cruzada Estelar

En su momento, Cruzada Estelar sirvió como un punto de entrada a Warhammer 40.000 para muchos jugadores que, de otro modo, no habrían tenido acceso a este universo. A principios de los 90, Warhammer 40.000 aún no estaba consolidado en España. La mayoría de chavales que terminaban atrapados por este juego lo hacían por azar: un hermano mayor que había descubierto un número de la White Dwarf, una tienda especializada donde aparecían ejércitos en vitrinas o, en el mejor de los casos, una caja de miniaturas importada de Reino Unido. En España sin duda un elemento clave de la popularidad del juego fue el anuncio en televisión, que funcionó igual de bien que el de HeroQuest a la hora de atraer a los chavales.

Las reglas resultaban muchas veces complicadas para los jugadores más jóvenes, que seducidas por el diseño de las miniaturas luego se veía sentados en una mesa tirando dados y determinando líneas de visión

Cruzada Estelar ponía ese mundo oscuro y letal directamente en las manos de los jugadores. Ofrecía marines espaciales en azul ultramarine, soldados blindados con enormes hombreras y bolters cargados, enfrentándose a los terrores del espacio profundo. Y aunque las reglas eran más simples que las de Warhammer 40.000, la sensación de juego era muy similar. No era extraño que años más tarde muchos chavales se sintieran atraídos por el universo de Games Workshop y dieran el salto a los reglamentos y miniaturas de Warhammer 40.000. Pero esta afinidad a Warhammer era en realidad uno de los puntos débiles del juego, ya que las reglas resultaban muchas veces complicadas para los jugadores más jóvenes, que seducidas por el diseño de las miniaturas luego se veían sentados en una mesa tirando dados y determinando líneas de visión para saber si podían efectuar un disparo a través de una puerta. Este juego ha roto muchas amistades.

Sus mecánicas eran menos fluidas, y el diseño de sus componentes presentaba algunos problemas. Los bordes de los cartones del escenario se despellejaban con facilidad tras un par de partidas, por ejemplo, y las reglas, más complejas que las de HeroQuest, a veces resultaban demasiado farragosas. Esto hizo que a pesar de su potencial, Cruzada Estelar nunca alcanzó la misma popularidad que su hermano de género fantástico. Pero, para muchos, esos detalles no importaban. Lo que quedaba era la experiencia: la emoción de abrir la caja, montar las figuras, desplegar los tableros y sumergirse en batallas espaciales llenas de tensión y estrategia.

Cruzada Estelar 2
Cruzada Estelar 2

El legado de Cruzada Estelar

Hoy en día, Cruzada Estelar es un clásico de culto, recordado con cariño, pero con un futuro incierto. Aunque no recibió tantas expansiones ni revisiones como HeroQuest, sigue siendo un juego muy recordado por aquellos que crecieron con él. Su impacto fue suficiente para allanar el camino a juegos de mesa posteriores basados en el universo de Warhammer 40.000, como Space Hulk o Descent.

Para muchos jugadores, Cruzada Estelar fue la chispa que encendió una pasión por el hobby de Games Workshop, un primer contacto con los Ultramarines y con ese universo cruel y despiadado donde “sólo hay guerra”. Fue el punto de entrada a un mundo de reglas complejas, batallas interminables y tardes enteras pintando miniaturas. Y aunque sus cajas se hayan desgastado y sus componentes se hayan perdido con los años, la memoria de aquellos primeros enfrentamientos espaciales sigue viva en la nostalgia de toda una generación que con Cruzada Estelar entró a un aditivo mundo mundo lleno de uñas manchadas, pinceles secos y botes de pintura Citadel.

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