Los presidentes suelen hacer todo lo posible por evitar las recesiones, hasta el punto de que evitan incluso pronunciar la palabra.
Pero el presidente Donald Trump y sus asesores han ofrecido en las últimas semanas un mensaje muy diferente. Sí, una recesión es posible, han dicho. Quizá una no estaría tan mal.
Howard Lutnick, secretario de Comercio, ha dicho que las políticas de Trump “valen la pena” aunque provoquen una recesión. Scott Bessent, secretario del Tesoro, ha dicho que la economía puede necesitar un “periodo de desintoxicación” tras hacerse dependiente del gasto público. Y Trump ha dicho que habrá un “periodo de transición” cuando sus políticas entren en vigor.
En parte, estos comentarios pueden reflejar un esfuerzo por alinear las declaraciones políticas con la realidad económica. Trump prometió acabar con la inflación “desde el primer día” y declaró, en su discurso de investidura, que “la edad de oro de Estados Unidos comienza ahora mismo”.
En lugar de ello, la inflación se ha mantenido firme, y aunque Trump lleva menos de dos meses en el cargo, los economistas advierten de que es probable que sus aranceles la empeoren. Las medidas de confianza de los consumidores y las empresas han caído en picado y los precios de las acciones se han desplomado, lo cual es atribuible en gran parte a las políticas de Trump y a la incertidumbre que han provocado.
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