
▲ Doña Mari se hizo referente de esta lucha que, casi siempre, es sin apoyo de las autoridades.Foto Jair Cabrera Torres
Blanche Petrich/ I
Periódico La Jornada
Sábado 10 de mayo de 2025, p. 7
María Herrera Magdaleno, inmersa en la búsqueda de sus cuatro hijos desaparecidos, pudo palpar la tormenta que arrasaba al país con una crisis de violencia que no sabía que pudiera existir en 2011, cuando fue a alcanzar a la caravana del entonces emergente Movimiento por la Paz y la Justicia con Dignidad en la Plaza de Armas, desde Michoacán hasta Chihuahua.
“Ahí fue donde me di cuenta de todo. Infinidad de personas iban subiendo al templete con las fotografías de sus seres queridos desaparecidos. Y yo buscando solamente a los míos. Fue cuando me dije: ‘pues vamos a buscarlos a todos.’”
Lo dijo en voz alta ante la multitud, con esa voz desgarrada que caracteriza a esta madre de ocho, cuatro de ellos desaparecidos. Desde ese día a la fecha, cientos de familias de personas desaparecidas se han inspirado en la lucha de María Herrera. Buscan a los suyos y hacen suyos a todos los demás.
Han conformado organizaciones, colectivos, movimientos, asociaciones. Varias han adoptado su nombre como insignia. Se hacen fuertes y luego se diluyen; se dispersan y dividen.
“Sí –dice María Herrera– había y sigue habiendo políticas para que nos peleemos, nos dividamos. Lo hacen con favoritismos y repartiendo apoyos de manera desigual. Pero también entre nosotras, hay protagonismos y disputas.”
Pasan por momentos de debilidad, desaparecen de los medios de comunicación, y luego el tema vuelve a posicionarse con fuerza en la agenda nacional.
Así ocurre ahora, a raíz de los hallazgos del Rancho Izaguirre, y la propuesta de la presidenta Claudia Sheinbaum de volver a reformar la ley sobre la desaparición forzada.
Doña Mari siempre está presente en ese debate nacional, como un referente de esta forma de luchar y resistir buscando, casi siempre sin apoyo de las autoridades.
Buscando a cuatro; buscando a todos
Han transcurrido tres sexenios y la práctica terrible de secuestrar personas y borrar para siempre sus rastros no ha cesado ni menguado.
Son ya 17 años y ocho meses que la familia Trujillo busca a Raúl y Jesús Salvador Trujillo Herrera, desaparecidos en Atoyac, Guerrero, el 28 de agosto de 2008, junto con cuatro hombres más, dos de ellos sobrinos suyos, en una acción en la que estuvieron involucrados agentes de la policía ministerial.
Y a Gustavo y Luis Armando, lo mismo que sus hermanos mayores. Ellos desaparecieron en un retén montado por policías municipales y elementos de Los Zetas cerca de Poza Rica, Veracruz, dos años después, el 21 de septiembre de 2010.
Los hermanos Rafael, Miguel Ángel, Juan Carlos y María Trujillo quedaron junto a su madre y en 2014 formaron la Red de Enlaces Nacionales (REN), que actualmente cuenta con 65 colectivos donde se coordinan, definen estrategias y salen a búsquedas.
Y la casa de María, en Pajuacuarán, se convirtió en una fogata gigante
, que acogió a sus cuatro nueras y sus cuatro nietos: Gustavo, Luis, Salvador y María del Carmen, como la describió Javier Valdez en su libro Huérfanos del narco.
En entrevista, María dice: “Ya no puedo agarrar el pico y la pala para escarbar la tierra, pero por lo menos hacer acto de presencia con las familias, que no se sientan solas. Hablar para presionar al gobierno, hacer algo para hermanar nuestra lucha. Creo más en el apoyo, la conciencia y el acompañamiento que en las acciones del gobierno. Los que trabajan en él buscan un hueso. Lo que nosotros buscamos son los huesos de nuestros tesoros”.
A pesar de haber sido ignoradas y ninguneadas en los últimos 20 años, las buscadoras hoy son un actor central en la vida política del país.
–Buscando a cuatro hijos, terminaste buscando a todos.
–Hermanamos el dolor de tal manera que esto es lo que se logró.
La familia Trujillo es del Bajío michoacano y se dedicaba a la compraventa itinerante de metales, principalmente oro. De esa localidad, que no pasaba de los 10 mil habitantes, hay 50 desaparecidos.
Los dos primeros años empezamos a buscar gastando hasta lo que no teníamos. Todos exigían mucho dinero para buscar a los muchachos
. María venía a la ciudad a comprar chacharitas para llevarlas al pueblo y que mis nueras vendieran para sacar unos centavos.
Tocó todas las puertas donde pensaba que podían ayudarla: Isabel Wallace, Fernando Martí, al que también le mataron una hija, la procuradora Marisela Morales, Genaro García Luna. La ignoraron.
Un día topó con un mitin. Alguien le dijo que el señor en el micrófono era un poeta al que le habían matado a su hijo. Una amiga le insistió: “acércate a ellos. Los alcancé en Morelia, con mi lona y las fotos de mis hijos. El poeta era Javier Sicilia. Me abrazó de una forma… y ya no me dejó echarme para atrás”.
Fue el primer paso que la llevó a un activismo que la convirtió en un referente de la causa.
Si salen a buscar, serán castigados: Morales
El primer intento de hacer una red de familias de desaparecidos fue en Servicios y Asesoría para la Paz (Serapaz). Pero de lo que se trataba era de buscar sólo citas con los funcionarios
. Lograron una audiencia con la procuradora general Marisela Morales para plantear su idea.
“Nos contestó: ‘pues lamento decirles que no pueden hacerlo porque ni saben cómo, porque van a contaminar las evidencias, y es algo ilegal. Si lo hacen se les va a castigar severamente’. Le contesté: ‘con su permiso o sin él nosotros vamos a buscarlos. Y váyale pensando, no van a alcanzar las cárceles para todos nosotros. Somos miles y miles.’”
Al principio, eran cinco familias que se reunían en un parque por Tacubaya. Pronto ya eran 11. Llegaban de varios estados. Intentaron registrarse como asociación civil, pero nunca lo lograron por carecer de una dirección fiscal. Les abrieron las puertas de una parroquia en Cuajimalpa. Ahí se reunían, dormían y el cura les cedió una alcancía de limosnas y reunir recursos para la primera búsqueda. Julián Verónica, párroco de Amatlán de los Reyes en Veracruz, fue otro de esos apoyos providenciales al inicio.
Los buzones de la paz; revelaciones en sigilo
De esta forma se logró organizar la primera brigada. Y como obtuvieron resultados positivos, la gente empezó a creerles. A la segunda brigada eran más de 200 familiares.
En esas batallas también cruzaron caminos con Mario Vergara, el guerrerense que tras las desapariciones de los 43 de Ayotzinapa hizo visible la búsqueda de Los otros desaparecidos
, las miles de víctimas en ese estado. Mario buscaba a su hermano Tomás, un taxista de Huitzuco. Él y Miguel Ángel Trujillo, el hijo de María, tejieron una hermandad que los llevó a docenas de búsquedas juntos. Mario murió en un accidente laboral en 2023.
El colectivo fue tomando estructura y experiencia. Implementaron algo que resultó ser clave en la mayoría de los hallazgos, los buzones de paz
. Los ponen afuera de los templos y cuando finaliza la misa se comunica a los fieles que cualquiera que quiera dejarles un recadito o limosna lo pueden poner ahí. Así nos llegaron indicios sobre dónde puede haber fosas clandestinas, de manera totalmente anónima
.
–¿Y eso funcionó?
–Es lo que mas funciona. Llega información que ha resultado en grandes hallazgos. Acuérdate lo de Solecito. La pista para llegar a Colinas de Santa Fe (en 2017 se encontraron restos de más de 250 personas) llegó en un papelito que, de manera sigilosa, un anónimo les entregó en una marcha del 10 de mayo.
A ella le pasó algo similar. En Amatlán se acercó un hombre y pidió darle un abrazo. Al oído le hizo una confesión. Me contó que se dedicaba a hacer pozos, que lo habían contratado para unas excavaciones, pero se dio cuenta que no era para un pozo de agua. Me dio la ubicación del cerro… fuimos, y tal y como nos dijo, hallamos una fosa
.
Deja una respuesta