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Cuando veas El Eternauta comprenderás que Juan Salvo somos todos, y para bien o para mal, no estaremos solos cuando llegue el fin del mundo


Justo estaba empezando a escribir este texto, recordando que hace unos años, cuando estábamos todos atrapados en la pandemia, se decía a menudo que de aquella saldríamos mejores. Bueno, a los que crecimos viendo Mad Max nunca nos terminó de convencer esa historia bonita. Y, si soy honesto, creo que salimos regulinchi: hoy sigo viendo en el metro que a las señoras mayores no les ceden el asiento. Así que, mientras pensaba en la súbita e inesperada llegada del fin del mundo con la que arranca El Eternauta, de pronto, se fue la luz. Madrid, lunes 28 de abril de 2025, pasadas las 12 y media del mediodía. Puff. De vuelta al medievo en un parpadeo. Una vez pasado el susto, uno no puede dejar de pensar que, como decía Morfeo en Matrix, “el destino, al parecer, no está carente de cierta ironía”.

Una vieja y fiable advertencia

Un día después, superado el susto y viendo que el mundo sigue ahí, más o menos igual que siempre, no os voy a hablar de la fragilidad de nuestra sociedad y de cómo lo inesperado puede llegar, fijaos, repentinamente y sin aviso. Pero sí quiero detenerme en una imagen que hoy aparece en varios medios: vecinos agrupados en las aceras, alrededor de viejas radios a pilas, intentando averiguar qué había pasado mientras el servicio de internet iba y venía como un mal latido. Y eso me llevó directamente a uno de los temas centrales de El Eternauta, y cito a uno de sus personajes: “lo viejo funciona”.

El Eternauta es una vieja advertencia. Y es una advertencia vigente sobre muchas cosas

Así que permitidme que intente trasmitiros una idea: El Eternauta es una vieja advertencia. Y es una advertencia vigente sobre muchas cosas, la principal: hay que estar preparados. Porque El Eternauta no es solo una obra pionera de la ciencia ficción, es un espejo donde nos vemos todos reflejados, ahora más que nunca. Una historia terriblemente humana, sin grandes heroicidades y aspavientos, solo gente. Gente común enfrentándose a lo improbable (que no imposible). Juan Salvo, el protagonista, podría ser cualquiera de nosotros, hoy mismo, en nuestra casa, pensando en qué demonios hacer si de pronto la nieve que cae empieza a matarnos o se va la luz y solo te queda medio paquete de macarrones y dos yogures en la nevera.

El Eternauta narra la historia de Juan Salvo, un hombre común que, junto a su familia y vecinos, debe sobrevivir a una nevada mortal en la que el más mínimo contacto con uno de estos misteriosos copos supone la muerte instantánea. Lo que comienza como un fenómeno climático extraño se convierte en una lucha colectiva por la supervivencia frente a lo desconocido. La serie que Netflix estrena este 30 de abril adapta, de manera sorprendentemente fiel pero sabiamente actualizada, el cómic original de Héctor Germán Oesterheld y Solano López, del que ya hablé hace algún tiempo. En aquel texto comparaba el impacto de El Eternauta con obras tan monumentales como The Last of Us o La Carretera de Cormac McCarthy. Y ahora, viéndola en imagen real, la comparación no solo sigue en pie, sino que sale reforzada. El Eternauta es, como esas otras historias del fin del mundo, un recordatorio brutal de que, cuando todo se derrumba, la única red de seguridad real somos nosotros mismos.

El Eternauta Netflix 4
El Eternauta Netflix 4

¿Mejor solo o mal acompañado?

Uno de los mayores aciertos de la serie El Eternauta es cómo representa el dilema de cualquier escenario postapocalíptico: ¿es más peligroso quedarse solo o encontrarse con otros? La historia de Juan Salvo y los suyos deja claro que la soledad, por segura que parezca, no es sostenible, pero que formar parte de un grupo tampoco garantiza la supervivencia. En ese nuevo mundo donde las estructuras sociales colapsan, los vínculos humanos son tanto una salvación como una amenaza. La serie no idealiza ni la comunidad ni el aislamiento: los muestra con todas sus tensiones, dudas y contradicciones.

Esta ambigüedad, tan humana y reconocible, es lo que convierte a El Eternauta en una obra tan vigente. No hay héroes infalibles ni decisiones correctas, solo personas normales enfrentándose a lo imposible. La serie refleja, como pocas, esa sensación de que lo realmente peligroso no es el fin del mundo en sí, sino cómo reaccionamos ante él: solos, con miedo; en grupo, con desconfianza. Y aun así, con la esperanza de sobrevivir para ver llegar un nuevo día de inciertas posibilidades.Uno de los grandes aciertos de esta adaptación es cómo retrata la claustrofobia de los hogares: el mundo exterior mata, pero la seguridad del aislamiento es, como mucho, temporal. Cada casa se convierte en una trinchera y cada bloque de viviendas una pequeña versión de los nueve círculos del infierno de Dante. Desde la desconfianza hacia los vecinos hasta los actos de generosidad y cobardía más extremos, todo cabe en ese pequeño microcosmos donde Juan Salvo y sus compañeros intentan resistir.

El Eternauta Netflix 1
El Eternauta Netflix 1

Una actualización necesaria e inteligente

Es cierto que el cómic, leído hoy, tiene detalles que han envejecido regular. Especialmente en lo tecnológico y esa forma casi inocente de imaginar la comunicación en medio de un desastre mundial. Y confieso que temía que trasladar eso directamente a la serie la volviera un anacronismo desconectado de nuestro presente híperconectado. Curiosamente, lo que tiene el colapso de la civilización es que nos devuelve a todos a la casilla de salida, a un impreciso punto de la historia de la humanidad preindustrial. Netflix ha jugado bien sus cartas: ha actualizado lo justo, ha modificado lo necesario, y ha conseguido una adaptación que esta adaptación algo libre del cómic original resulte tan vigente como imprescindible en un mundo en el que ante un apagón general la gente se agolpaba haciendo cola ante la tienda de alimentación que hay frente a mi casa para comprar bebidas energéticas y, otra vez, papel higiénico.

La serie no idealiza ni la comunidad ni el aislamiento: los muestra con todas sus tensiones, dudas y contradicciones

El reparto es una de las grandes fortalezas de El Eternauta, y en el centro de todo está un excepcional Ricardo Darín, que encarna a Juan Salvo con una contención y una humanidad que desarman. No hay aspavientos ni gestos grandilocuentes, solo un hombre común enfrentado a lo extraordinario. No es un superhombre, sino un padre y vecino que resiste por amor, miedo y sentido de comunidad. Como Joel en The Last of Us o de “El Hombre” en La Carretera, su heroísmo nace de la necesidad, no de la épica. El resto del reparto también está a la altura, con actuaciones sólidas y convincentes que refuerzan el tono realista de la serie. Solo algunos secundarios desentonan, con actuaciones mucho más forzadas, pero el conjunto funciona con una autenticidad conmovedora.

En lo técnico, El Eternauta es una auténtica pasada. La recreación de Buenos Aires bajo la nevada mortal es escalofriante. Las calles vacías, las casas selladas, la tensión que flota (literalmente) en el aire… Todo está hecho con una sobriedad que recuerda mucho más a Hijos de los Hombres que a las series de zombis convencionales. Se agradece que no hayan caído en el efectismo barato y que la amenaza sea, casi siempre, algo más sentido que mostrado. Pero ojo, eso no quiere decir que la serie no guarde sorpresas.

Sí, como lector del cómic original, reconozco que hay algunas licencias artísticas que me chirrían. Momentos donde se opta por una estilización un poco impostada que rompe la crudeza del relato, especialmente a la hoa de buscar espectacularidad de cara a los últimos episodios de la serie. Pero son detalles menores y comprensibles dentro de una producción que entiende que El Eternauta no es solo una historia de ciencia ficción, sino una parábola sobre la resistencia, la solidaridad y la esperanza.

El Eternauta Netflix 2
El Eternauta Netflix 2

Pendientes siempre de un hilo

El Eternauta conecta ahora mismo con el público porque ese terror tan cercano que plantea el cambio radical del mundo en un suspiro ya lo hemos vivido todos. Y sabemos que puede pasar en cualquier momento. No hace falta que venga una una nevada tóxica para saber lo rápido que todo puede colapsar, basta un fallo informático o una mala decisión electoral. La pandemia nos lo dejó claro. El gran apagón de esta semana nos lo ha recordado. No quiero hacer un llamamiento alarmista al preparacionismo, pero sí quiero decir que hay que estar preparados. Mentalizados. No solo con linternas y agua embotellada, sino con algo aún más importante: puede pasar.

Ricardo Darín, que encarna a Juan Salvo con una contención y una humanidad que desarman

Por todo esto, El Eternauta se ha convertido, para mí, junto con La Carretera y Hijos de los Hombres, en uno de mis fines del mundo favoritos. Es duro, sí. Es triste, sí. Pero también es profundamente humano. Una historia que no deja de ser un memento mori social, que sin demasiados artificios, nos recuerda que incluso en el peor de los escenarios, resistir es un acto natural. No os la perdáis. El Eternauta llega a Netflix el 30 de abril. Y creedme, cuando la veáis, también vosotros os daréis cuenta de que llegado el momento, para bien o para mal, todos somos Juan Salvo.

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