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El mundo en que vivimos



Víctor M. Toledo

E

l mundo en que hoy vivimos ya no es el de hace una década, menos el de hace dos y tres, y no se diga el de hace 50 años. La velocidad de los cambios es el producto de la innovación tecnológica que proviene de la investigación científica que hoy realizan más de 8 millones de seres humanos. Los vertiginosos cambios que hemos vivido, por ejemplo en el caso de las comunicaciones, son abrumadores. Se pasó del teléfono fijo, al telégrafo, al fax, al teléfono móvil cada vez más sofisticado. Lo mismo sucedió con la evolución de las computadoras. El último gran aporte es la inteligencia artificial, y a pesar de lo que nos hizo reflexionar Noam Chomsky (https://acortar.link/IpJbpI). He quedado estupefacto al comprobar que hoy es posible traducir un texto del castellano a cualquier otro idioma y viceversa, y que esta operación no dura un segundo. ¡Es instantánea y además es perfecta! La información, como las noticias (legítimas o falsas), van y vienen. Los algoritmos comienzan a dominar por todos los rumbos. La modernidad industrial ha trastocado el tiempo, como lo ilustró Luciano Concheiro Jr en un pequeño libro (https://acortar.link/gVuGc9). Pero si el cambio tecnológico está en el fondo de las transformaciones, éstas se han convertido en nuevos procesos económicos, sociales, políticos, institucionales y ambientales de gran interés. El primer gran tema es saber si estamos o no ante el fin del capitalismo como regimen económico. No hay certeza alguna. Sólo indicadores, como lo que sucede en Estados Unidos y lo que ocurre en países como China o México. Todo lo que sale de la boca de Donald Trump es un gigantesco lamento que canta con dolor la decadencia y el desmoronamiento de su país. El imperio se viene abajo. Trump y sus acciones recuerdan los comportamientos desquiciados de Calígula o Nerón durante el fin del imperio romano. Lo que no sabemos es si este final durará igualmente unos 400 años o si justo por el cambio tecnológico será más rápido.

Por su lado, las recientes declaraciones de Xi Jinping, presidente de China, definiendo su filosofía política son diáfanas como un manantial. El socialismo con características chinas sintetiza el programa del Partido Comunista de China, que se basa en combinar el marxismo con la realidad específica del país, incluyendo la economía de mercado (la presencia del capital) y tomando un camino en que el bienestar del pueblo es el fin supremo, no copiando experiencias ni modelos de otros países. Sus objetivos son realizar gradualmente la modernización de la industria, la agricultura, la defensa nacional, la ciencia y la tecnología, así como convertir a China en un país próspero, democrático, civilizado, armonioso y moderno. Interesante que China se asuma no como un país, sino como una civilización. Véase el estupendo ensayo de Beñat Zaldua en La Jornada: Si el futuro es China, ¿qué hacer hoy? (https://acortar.link/UHmHiL)

A su vez el pensamiento de Xi Jinping recuerda de inmediato al de Andrés Manuel López Obrador, situando la misma perspectiva de combinación entre el Estado, el capital y el pueblo. No es casualidad que hoy Claudia Sheinbaum realice un gobierno de enorme éxito en todos los rubros al continuar la estrategia de su antecesor. Ambas experiencias, la china y la mexicana, nos remiten a la Hora de los Pueblos de Gustavo Petro, síntesis de su pensamiento, expresado en su majestuoso discurso en Naciones Unidas (https://acortar.link/xzF1uV). Como nadie, Petro pone en su sitio a los presidentes que impulsan el poderío económico y aboga por la supervivencia de la especie humana, de la vida y de la naturaleza, en una visión de ecología política que ubica tanto la crisis climática como la desigualdad social.

Otros son el caso de India, hipnotizada por la religión convertida en política, América Latina (AL) y Europa. AL todavía es mayoritariamente de izquierda (México, Colombia, Chile, Brasil, Uruguay, Honduras, Venezuela y Cuba), en tanto que los países europeos, cargan su senectud como una lápida alimentada por una idea ficticia de sí mismos. Occidente se derrumba. Mientras, África continúa despertando, contra el colonialismo y el neocolonialismo, a pesar de su enorme diversidad cultural y racial.

Finalmente, coronando lo antes descrito, están las batallas de la mitad de la humanidad: la sublevación de las mujeres. El feminismo que es una revuelta universal, que en unas pocas décadas debe terminar en una relación equilibrada de los sexos.

Y así, sin concluir en nada, termino esta breve semblanza del mundo que hoy estamos viviendo.



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