Esta mañana, Blue Origin, la empresa privada de vuelos espaciales de Jeff Bezos, lanzó al espacio a seis mujeres muy conocidas. La empresa documentó el acontecimiento con una transmisión en directo conducida por la presentadora deportiva Charissa Thompson. Las celebridades Kris Jenner, Orlando Bloom y Oprah Winfrey observaron desde tierra. El propio Bezos acompañó a la tripulación hasta la cápsula. Mientras el cohete despegaba hacia el cielo, se retransmitió a la Tierra en directo el audio desde el interior de la nave. Se oía gritar a una de las ocupantes: “¡Oh, Dios mío!”.
Bezos ha dicho que es tarea de su generación “construir un camino hacia el espacio, para que las generaciones futuras puedan dar rienda suelta a su creatividad”. Ahora ha convertido su nave espacial en la plataforma de influentes más extravagante del mundo. Pareciera que la lista de las pasajeras del vuelo se hizo con la misma energía de una colección de muñecas American Girl, con asientos adjudicados a mujeres con diferentes motivos de celebridad y relevancia. Allí estaban la estrella del pop Katy Perry, la periodista Gayle King, la ingeniera aeroespacial Aisha Bowe, la activista feminista Amanda Nguyen, la productora de cine Kerianne Flynn y Lauren Sánchez, la periodista de televisión, empresaria de la aviación, filántropa y autora de libros infantiles que se ha comprometido en matrimonio con Bezos.
La empresa de Bezos lo ha promocionado como el “primer vuelo espacial exclusivamente femenino” desde que la cosmonauta de la Unión Soviética Valentina Tereshkova se convirtiera en la primera mujer en el espacio al realizar un viaje en solitario a la órbita terrestre en 1963. Tereshkova pasó tres días en el espacio, dio 48 vueltas a la Tierra y aterrizó convertida en una celebridad internacional e icono feminista. El vuelo de Blue Origin intentó aplicar ingeniería inversa a ese momento histórico: al tomar a celebridades y activistas consagradas y lanzarlas al espacio, dio un brillo feminista a Blue Origin e hizo que, por asociación, sus actividades parecieran socialmente relevantes.
Blue Origin presentó el vuelo como una táctica para animar a las jóvenes a estudiar carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por su sigla en inglés) y para, como dijo Sánchez en un artículo de portada de Elle sobre el viaje, inspirar a “la próxima generación de exploradoras”. Pero el vuelo era recreativo, y sus pasajeras no son profesionales del espacio, sino turistas espaciales. Su misión principal era experimentar la gravedad cero, ver la Tierra desde arriba y transmitirlo en directo. Son una suerte de especialistas en comercializar cohetes privados. Si el vuelo demuestra algo, es que las mujeres ahora son libres de disfrutar de los beneficios más decadentes del capitalismo junto a los hombres más ricos del mundo.
Aunque las mujeres siguen estando muy infrarrepresentadas en el campo aeroespacial en todo el mundo, sí salen regularmente de la atmósfera terrestre. Más de 100 han ido al espacio desde que Sally Ride se convirtió en la primera mujer estadounidense en hacerlo en 1983. Si, por ejemplo, la NASA fletara un vuelo espacial exclusivo para mujeres, podría representar la culminación de muchas décadas de inversión seria en mujeres astronautas. (En 2019, la NASA se vio vergonzosamente obligada a suspender un paseo espacial exclusivo para mujeres cuando se dio cuenta de que no tenía suficientes trajes de un tamaño adecuado para ellas). Un vuelo espacial exclusivamente femenino de Blue Origin solo significa que varias mujeres han acumulado el capital social necesario para ser amigas de Lauren Sánchez.
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