Tal y como ocurrió en muchos otros lugares tras la explosión de las energías renovables, California se enfrenta a la inmensa ironía que planteaba la integración masiva de paneles solares en sus tejados. Con energía solar suficiente para abastecer a millones de hogares, su impacto sobre la red eléctrica trae dos problemas bajo el brazo: precio y sobreproducción.
La situación de California es la que se ha vivido en gran parte de Europa, una apuesta total por la energía solar en la que incluso se llegaban a regalar paneles solares para colocarlos en los tejados de las casas pero que, sin embargo, carecía de lo más necesario para resultar eficiente. Sin la organización y almacenamiento necesario, en realidad no sirve de mucho.
La gran ironía de la energía solar
La clave está en que la infraestructura debe estar preparada para evitar la inestabilidad que producen sus sobrecargas sobre la red eléctrica, y las baterías deben ser capaces de almacenar todo ese exceso de energía que se produce cuando menos lo necesitamos. Es lo que se conoce como demanda en forma de U, el valle que muestra cómo en la mañana precisamos un pico de energía que se repite durante la noche, pero durante el resto del día esa demanda es casi nula.
El resultado es lo que provocaba la situación de California hace un año, cuando el exceso de energía solar producido por su inmensa colección de paneles dejó los precios de la electricidad en negativo, llegando hasta el punto de que las eléctricas se veían obligadas a rechazar energía. Es un ejemplo similar al que se vive en España en zonas donde hubo un gran impulso de renovables como Extremadura o Zaragoza.
El tema es que pese a la capacidad de producción de esas zonas, en realidad se encuentran lo suficientemente alejadas de los centros de mayor consumo del país, lo que obliga a las eléctricas a rechazar ese sobrante de energía por no poder almacenarlo. La Agencia Internacional de la Energía y la Comisión Europea destacaban que España precisa duplicar el ritmo gasto en redes para asegurar un crecimiento acompasado, pero la realidad es que la inversión tampoco es la panacea.
El problema está en la falta de innovaciones lo suficientemente eficientes como para almacenar toda esa energía, desde bolas de hormigón gigantes en el fondo del océano hasta edificios enteros que sirvan como baterías, pero más aún en cómo las redes eléctricas están aún muy lejos del nivel que precisa no sólo nuestra excelente producción con renovables, sino también la demanda que el coche eléctrico, los centros de datos o el resto de revoluciones tecnológicas que vemos por el retrovisor van a terminar reclamando a nuestro sistema energético.
Imagen | Kelly
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