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La Jornada: Vietnam y Cuba


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no: Saigón, miércoles 30 de abril de 1975, 12:30 pm. El último títere de Washington en Vietnam del Sur, Duong Van Minh, recibe a los oficiales del Vietcong que, a bordo de un tanque, irrumpieron en los jardines del palacio presidencial. Con pusilánime formalidad oriental, el títere y su equipo les dicen que han estado esperando para transferir el gobierno. El coronel Bui Van Tung, jefe de la comitiva que se autoinvitó, responde: Usted no tiene nada que transferir. Puede rendirse incondicionalmente.

Dos: Radio Saigón transmite la noticia de la capitulación, y el caos se apodera de la ciudad. Unidades enteras del ejército sudvietnamita deponen las armas; las fuerzas norvietnamitas del general Vo Nguyen Giap (1911-2013) ocupan plantas de energía, telecomunicaciones, hospitales, puertos, mercados. La frontera queda abierta y el país, dividido tras la humillante derrota de Francia en la increíble batalla de Dien Bien Phu (1954), recupera la unidad territorial.

Tres: Con las horas contadas, Washington dispone la evacuación de lo que restaba de su personal diplomático, tras los acuerdos de París (1973). Pero como el crimen no paga, se desentiende de sus colaboradores y agentes nativos. Entonces, helicópteros sudvietnamitas cargados con civiles y militares apontizan en dos portaviones de la Séptima Flota situados cerca de Saigón, y los marines tienen que arrojar al mar varios aparatos aéreos para dejar espacio en cubierta.

Cuatro: En nueve años (1964-1973) Estados Unidos lanzó más de 7 millones de toneladas de bombas sobre Vietnam del Norte, Laos y Camboya, países vecinos donde operaba el Vietcong. Más del triple de las 2.1 millones arrojadas en Europa y Asia durante toda la Segunda Guerra Mundial y más de 10 veces de las caídas en la guerra de Corea (1950-53), sin contar los estragos causados por el agente naranja, herbicida fabricado por Monsanto y Dow Chemical para el Pentágono. El saldo es devastador: perecieron 3 millones de vietnamitas, de los cuales 500 mil eran niños.

Cinco: Un reportero alemán que cubrió la guerra se preguntó: “¿Cómo pudo este país dividido y mutilado de sus más ricas provincias sostener una guerra de 30 años y acabar ganándola? ¿Cómo fue capaz este esmirriado enano dar jaque mate al coloso estadunidense? (Peter Scholl-Latour, La muerte en el arrozal, Planeta, 1979, página 208).

Seis: Apegadas a visiones supremacistas, inútil esperar que el eurocentrismo anglosajón haya entendido nada de antim-perialismo, independencia, patriotismo, soberanía y autodeterminación. Todo lo reduce a guerra fría o disputas entre potencias. Ayer en Argelia, Vietnam, Angola, Mozambique; hoy en Líbano, Libia, Irak, Siria, Afganistán, Irán, Yemen.

Siete: Por consiguiente, jamás preguntarse cuál guerra fría regía a inicios del siglo pasado, cuando Francia, entre otras posesiones, ocupaba la península indochina; Holanda, el archipiélago indonesio; Inglaterra, Portugal y Alemania, gran parte de África; Bélgica desangraba el Congo, y Washington desplegaba sus cañoneras en el Caribe, América Central y Filipinas.

Ocho: Ho Chi Minh (1890-1969) no alcanzó a celebrar la reunificación del milenario país de los anamitas. Sin embargo, su genio estratégico logró que en luchas sucesivas cuatro grandes potencias mordieran el polvo de la derrota: la Francia colonial de la Tercera República (1870-1940), el Japón imperial nazi-fascista (1940-45), la Francia neocolonial de la Cuarta República (1946-1958) y Estados Unidos, que así como la entidad terrorista que ocupa Palestina desde 1948, recurre al genocidio para dictar lecciones de libertad y democracia.

Nueve: En diciembre de 1960, Cuba fue el primer país del hemisferio occidental en establecer relaciones con Vietnam del Norte. Y en octubre de 1966, en ocasión de la visita de la primera delegación de alto nivel cubana a Hanoi, Ho Chi Minh expresó: Antiguamente se decía del imperio inglés que el sol nunca se ponía para la bandera inglesa. Pero ahora hay que decir que el sol nunca se pone para la bandera de la revolución. Es decir, que nuestros países, geográficamente, son antípodas, pero hay una identificación completa en lo moral.

Diez: En un relato para niños, José Martí escribió: “Y cuando los franceses nos han venido a quitar nuestro Hanoi, nuestro Hue, nuestras ciudades de palacios de madera, nuestros puertos llenos de casas de bambú y de barcos de junco, nuestros almacenes de pescado y arroz (…) ¡hemos sabido morir, miles de miles, para cerrarles el camino! Ahora son nuestros amos, pero mañana, ¡quién sabe!” (Un paseo por la tierra de los anamitas, en La Edad de Oro, Nueva York, octubre de 1889).

Once: La historia de los pueblos suele echar guiños. A medio año del relato de Martí, el 19 de mayo de 1890, nació Ho Chi Minh. Y cinco años después, el mismo día, el héroe nacional de Cuba cayó combatiendo contra el colonialismo español.

A la memoria de Francisco (1935-2025), peronista de fe indoafroamericana y universal



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