E
l martes pasado fui invitado a participar en un conversatorio organizado por la Facultad de Economía de la UNAM en torno a Vietnam y una nueva era de desarrollo; los contertulios fuimos el embajador de ese país, Nguyen Van Hai; la directora de nuestra facultad, Lorena Rodríguez, y los colegas y amigos Dong Nguyen Huu y Clemente Ruiz; conversatorio al que habría asistido con interés y gusto el querido amigo Eugenio Anguiano Roch, fallecido recientemente. Eugenio fue miembro fundador del Grupo Nuevo Curso de Desarrollo, luego de una larga y fructífera carrera como servidor público, embajador y académico respetado y querido por colegas y discípulos. Eugenio fue nuestro primer embajador en China (1972). Querido amigo, reconocido pensador sobre México y la globalidad, lo extrañamos ya y recordaremos como colega, amigo, compañero afectuoso.
El de Vietnam ha sido un pueblo combativo y ejemplar, ingenioso y valeroso; toda una lección de hacer historia y construir el desarrollo. De haber sido un país que después de su desigual guerra con Estados Unidos parecía no tener mayor futuro, fue capaz de diseñar y poner en acto estrategias y políticas transformadoras que lo han vuelto un caso singular: Ser una nación que ha experimentado la segunda mayor tasa de crecimiento económico mundial, después de China en los últimos 25 años: 7.2 por ciento anual; con una característica singular sobresaliente: creciente equidad
. (Mauricio de Maria y Campos, Vietnam lanza una industria automotriz nacional con futuro ¿Y México?
, El Financiero, 5/3/2019).
Su ejemplo nos convoca a recuperar y poner en el centro de las discusiones la noción de desarrollo
, como proyecto e idea fuerza. Es a partir de un recorrido cuidadoso por esta nueva ruta
de los vietnamitas, ahora pacífica y creativa, que podremos reconocer la extraña pasividad, la negación como política, en que hemos caído a lo largo de los últimos 30 años sin desarrollo.
Partimos de plataformas diferentes para encarar los desafíos y trilemas de una globalización para la que no estábamos del todo listos. Imaginemos la circunstancia vietnamita luego de decenios de conflictos con Francia, Estados Unidos y China; un país con millones de campesinos y la imperiosa necesidad de asumir el pasado sin olvidarlo, pero para volverlo punto de partida de una auténtica gesta desarrollista.
Urge modular visiones y reflejos históricos, más ahora, cuando predomina la incertidumbre y se busca imponer la ley del más fuerte. Reflexionar y deliberar en torno al desarrollo implica repensar su significado y potencial, poner en el centro nuestros mandatos históricos de justicia y equidad, que hoy tienen que ver con la búsqueda de la igualdad, la garantía plena de los derechos humanos, el respeto como norma inequívoca de la política y el ejercicio del poder.
Vietnam es, desde luego, su firme resistencia combativa que conmovió a millones. Hoy es su capacidad e ingenio para implementar unas políticas transformadoras que le permitieron integrarse creativamente a un mundo prodigioso pero hostil.
Vietnam es recordar que en los años 80 el Partido Comunista lanzó el programa Đôi Mó’i hacia una economía de mercado que, en palabras del embajador Nguyen Van Hai, ha llevado a la economía vietnamita a estar entre las 40 más grandes del mundo en términos del PIB y entre las 20 principales en volumen de comercio internacional, gracias a un crecimiento económico sostenido
.
Pienso que caminos como el seguido por Vietnam (siempre en la memoria el Sendero de Ho) dan cuenta de otros realismos históricos marcados por la pluralidad y la diversidad, la flexibilidad y la resistencia. Sus alcances nos muestran que es posible rescribir la agenda para una globalización con rostro humano
, que tenga en la conservación de la naturaleza y la creación de empleos decentes sus pilares. Así será posible impulsar (y rencauzar) el crecimiento económico, base imprescindible para tener desarrollos socialmente sostenibles, con criterios de solidaridad y de justicia social.
“Vietnam pudo surgir de las cenizas de la guerra –de acuerdo con De Maria y Campos, muy estimado y extrañado compañero– gracias a un poderoso y visionario gobierno que aprovechó una razonable dotación de recursos naturales, un mercado interno potencialmente importante y su posición geoestratégica (…) para configurar un proyecto nacional que ha seguido obstinadamente con gran disciplina, perseverancia, organización, formación sostenida de recursos humanos, construcción institucional y políticas eficaces de ahorro-inversión-innovación”.
Éste es un ejemplo orientador, que los incansables vietnamitas vuelven sendero a seguir. Con el respeto debido, traduciría la fórmula vietnamita como sigue: necesitamos fortalecer el liderazgo del Estado –social, de derecho y derechos– y hacernos cargo de ir conformando una moderna economía de mercado. Para repartir más y mejor.
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