Vestirse con un mono azul y pasar horas en una celda no mucho mayor que un armario. Sin móvil, sin portátil, y sin ningún tipo de entretenimiento. Puede que esta reclusión que muchos padres están viviendo en Corea del Sur parezca una medida tan extraña como extrema, pero la clave detrás de todo es que lo están haciendo de forma voluntaria. El objetivo de esta particular prisión está en la plaga de hikikomori que asola cada vez más el país.
El problema de los hikikomori está lejos de ser nuevo. El concepto, nacido en Japón hace décadas, hace referencia a aquellos jóvenes que se aíslan del mundo en su habitación casi por completo, cortando cualquier tipo de comunicación con el exterior más allá de las cuatro paredes que les rodean. Pese a su origen, los más de 540.000 personas que viven una situación similar en Corea del Sur han empujado a sus padres a pasar por lo mismo.
La reclusión voluntaria de Corea del Sur
Se trata de un programa experimental impulsado por organizaciones y el propio gobierno con el objetivo de que los padres de jóvenes hikikomori puedan acercarse a la experiencia que están viviendo sus hijos. Quieren comprender qué les ha llevado a esa situación pero, sobre todo, quieren aprender a comunicarse con ellos para intentar sacarlos del pozo de reclusión en el que han entrado por voluntad propia.
Se estima que más del 5% de los jóvenes de entre 19 y 34 años de Corea del Sur viven bajo el yugo de esta tendencia. Una drástica solución en la que el 24,1% de los afectados llegan a esta salida por sus dificultades para encontrar trabajo, el 23,5% lo hacen por tener problemas para relacionarse, y el 24,8% por problemas de salud o cuestiones familiares. El estrés generado por una sociedad surcoreana cada vez más competitiva les empuja a buscar una salida que, paradójicamente, se limita a cerrar todas sus puertas.
Con un problema lo suficientemente preocupante para que el estado tenga que intervenir, el gobierno de Corea del Sur ha impulsado campañas con las que invitar a los hikikomori a salir de su aislamiento, ofreciendo pagas de hasta 450 euros como incentivo para aquellos que decidan volver a la sociedad. Para los padres que no ven solución al problema, acercarse a él de la forma más extrema posible parece ser la única vía para comprender por lo que están pasando sus hijos.
Pese a ello no son los únicos que, precisamente empujados por ese estrés, deciden dar ese paso de forma voluntaria. Prison Inside Me es una organización que, como si fuesen unas vacaciones, por 578 dólares ofrece la posibilidad de recluirse también en una de estas celdas durante siete días para aislarse del mundo exterior y sus problemas cotidianos. Estar en una celda de cinco metros cuadrados en soledad se ha convertido, para gran parte de la población de Corea del Sur, en la única solución a ese ritmo de vida.
Imagen | Letrung en Midjourney
Deja una respuesta