Quizá te has preguntado cuál es el origen de tus apellidos. La respuesta más inmediata es que fueron los que te heredaron tus padres, quienes a su vez los heredaron de tus abuelos, estos de tus bisabuelos y así sucesivamente. Pero si lograras llegar hasta las raíces de tu árbol genealógico, descubrirías cómo surgieron los primeros apellidos, entre ellos, los tuyos.
En su definición más general, un apellido es el nombre de familia con que se distinguen las personas, de acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española (RAE). Ubicar un punto preciso de la Historia en que surgieron los apellidos es incierto, pero sí es posible identificar algunas situaciones que, con el paso de los años, dieron origen a estas denominaciones.
Una práctica común era asociar a las personas con lugares. En un artículo titulado “Orígenes de los apellidos hispanoamericanos”, el experto en Genealogía, Prudencio Bustos Argañaraz afirma que aunque desde tiempos remotos los pueblos usaron nombres propios, algunos solían añadir apelativos, aunque no es posible considerarlos verdaderos apellidos.
Por ejemplo, los antiguos griegos usaban toponímicos, es decir, la referencia de la persona con su lugar de nacimiento, como Diógenes de Sinope, Tales de Mileto o Heráclito de Éfeso; también usaban patronímicos, refiriendo el nombre de la persona con el de sus padres, como Paris hijo de Príamo o Ulises hijo de Laertes.
El especialista apunta que personajes históricos como Alejandro Magno o Herodes el Grande recibieron estos apelativos como un reconocimiento póstumo a sus obras y sus logros, o con base en algún rasgo de su vida, como Juan el Bautista y Juan el Evangelista. Y aunque estos tampoco se consideran formalmente apellidos, sí eran recursos que permitían distinguir a dos personas que llevaban el mismo nombre. Ese fue el propósito que originó el uso de los apellidos.
¿De dónde vienen los apellidos?
Prudencio Bustos expone que fue a finales del siglo IX de nuestra era cuando aparecieron los apellidos tal como los conocemos hoy, debido a la necesidad de identificar a personas con el mismo nombre. Esta práctica tuvo su origen en la nobleza y posteriormente se extendió al resto de los estratos sociales.
Según su origen, refiere el experto, los apellidos pueden identificarse en 5 categorías:
Patronímicos
Fueron los primeros en aparecer, entre los siglos X y XI de nuestra era y se formaron a partir del nombre del padre puesto en modo genitivo (que indica posesión o pertenencia), adoptando generalmente las terminaciones “az”, “ez”, “iz” y “oz”. Así, el genitivo latino de Rodericus (Rodrigo), que era Roderici, devino Rodríguez, y de manera semejante aparecieron Martínez, Ramírez, Ruiz y Muñoz, hijos de Martín, Ramiro, Ruy y Munio, respectivamente, entre otros.
Toponímicos
Son los apellidos tomados del nombre de un lugar, por lo general, el lugar de nacimiento o procedencia de la persona, como las ciudades. Así, era posible distinguir a Juan de Toledo, de Juan de Ávila o Juan de Cáceres. Pero también podían referir a ubicaciones más generales, como quienes vivían cerca de ríos o montañas: Pedro del Campo, José del Arroyo, Miguel de la Colina, Fernando de las Casas, etcétera.
Gentilicios
Estos apellidos surgieron al usar el gentilicio, es decir, el apelativo de los nacidos en el lugar de procedencia. Así, quienes nacieron en ciudades como Córdoba, Alemania, Cataluña o Andalucía, tomaron por apellido Cordobés, Alemán, Catalán o Andaluz. O si referían a un lugar más común, como una montaña, el campo o la sierra, los apellidos eran Montañés, Campero o Serrano.
Personales o descriptivos
Estos apellidos solían provenir de rasgos físicos o de alguna característica de la personalidad de quienes los portaban: Calvo, Pardo, Rubio, Moreno, Gallardo, Delgado, Bravo, Leal, Cortés, Franco, por mencionar algunos. También podían provenir de un oficio, cargo o profesión: Peón, Alcalde, Sastre, Abad; de un estatus social: Noble, Caballero, Conde, Hidalgo; también destacan los apellidos tomados de nombres de animales, como Becerra, Cordero, Lobo, Cuervo o Borrego.
Traducidos y transliterados
Prudencio Bustos explica en esta última categoría que la llegada de una persona, o de su fama, a otro país o región donde se hablaba una lengua distinta ocasionaba la traducción o transliteración de su apellido. En España, ingleses de apellido Taylor pasaron a ser Sastre y alemanes de apellido Schumacher pasaron a ser Zapatero, por mencionar algunos ejemplos de apellidos traducidos. En el caso de apellidos transliterados, se pueden ubicar ejemplos de personajes célebres como Ann Boleyn (Ana Bolena), Albretch Dürer (Alberto Durero) y Mary Stuart (María Estuardo).
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