La pluma de David Kushner es una vieja conocida dentro del mundo de la tecnología y el videojuego. No sólo lleva escribiendo suficientes años para haber visto crecer y caer a la mayoría de gurús de la industria, también le debemos genialidades como el libro Masters of Doom que repasa los inicios de id Software y que, más pronto que tarde, llegará en forma de serie de televisión. Podría decirse que, en términos de tecnología, ha visto casi de todo.
Hace apenas unos días me cruzaba con uno de sus últimos textos. En el mismo, publicado en Business Insider, narraba cómo había sido la experiencia de crear una IA de su madre. Un chatbot capaz de alcanzar el próximo nivel al replicar no sólo la voz de una persona, sino entrenado para limitarse a responder tal y como ese familiar o amigo lo haría, basándose en sus propias historias y gustos. Mientras navegaba por su experiencia no podía evitar ver cómo la línea entre la ciencia ficción de Black Mirror y el mundo que nos está tocando vivir se volvía cada vez más fina.
Mi madre es una IA
El muy recomendable texto de Kushner aborda cómo es eso de convertir en un chatbot a un ser querido. Un vistazo a lo que proponen compañías como Eternos y su peculiar propuesta de entrenar una IA con historias personales, pero sobre todo una buena forma de asomarse a qué se siente al enfrentarse a esa situación y hasta qué punto consigue dar el pego.
El proceso, destacado también en la web de la compañía, parte de poner a la persona a la que queremos replicar a leer distintas frases ofrecidas por el sistema. Construcciones inconexas destinadas a coger el tono y la expresividad frente a ciertas palabras para grabar la voz con el mejor rango posible de interacciones.
Esta es, además, la principal razón por la que no facilitan crear un gemelo virtual de una persona que no esté viva, primero porque se precisa su consentimiento expreso para poder dar forma a su IA, y segundo porque a base de grabaciones no se alcanzaría la profundidad en las conversaciones que parecen querer prometer.
Superada esa primera fase se salta a la siguiente, más centrada en la persona en sí. De la mano de una aplicación que puede ofrecer dos caminos, crear una estructura más esquematizada o hacer que la conversación fluya de la forma más natural posible, el sistema empezará a realizar preguntas sobre la niñez, sobre cómo se ve esa persona a sí misma, le pedirá consejos sobre la vida, anécdotas que recojan aficiones… A partir de aquí todo depende de hasta qué punto quieras nutrir a ese gemelo virtual de información adicional. Cuanto más se incluya, más debería parecerse a ti.
¿Hasta qué punto es capaz de engañarte?
Tras completar el proceso, y sumar un buen puñado de horas de grabaciones, Kushner destacaba que el primer contacto con la IA de su madre resultaba particularmente extraño. Tan sorprendente como emocionante, tan artificial como perturbador. La experiencia del escritor demuestra que, hasta cierto punto, no somos plenamente conscientes de cómo esas finas líneas que comentábamos al principio están cada vez más difuminadas.
Que esto esta lejos de engañar completamente al cerebro haciéndole creer que estás hablando con tu madre, porque hasta la construcción y el tono a la hora de crear las frases resulta clave para apreciar que algo no está funcionando tan bien como debería, pero que desde luego está cerca de empezar a dar el pego.
“Y sin embargo, incluso en esta forma embrionaria, la IA de mi madre tiene algo que nunca he experimentado con la tecnología: una presencia emocional, una sensación de vida humana. Sus limitaciones actuales responden a las de una tecnológica muy joven. Hablar con ella es como jugar al Pong en 1972: una visión primitiva de un futuro alucinante”. Según explica, puede que el principal problema no sean esos pequeños errores, sino cómo es prácticamente imposible condensar más de 90 años de historia en unas horas de grabación.
Por si tienes curiosidad, lo de jugar al Pong de los gemelos virtuales no funciona a base de monedas como en una recreativa de aquella época, sino mediante un servicio de suscripción que parte de 25 dólares al mes. Siendo una tecnología tan en pañales, no sólo por sus limitaciones sino también por lo poco que sabemos de sus consecuencias, lo que realmente traspasa la ciencia ficción para plantearse como algo muy real y consciente es la incertidumbre respecto a su futuro.
Imagen | Yatotellyhuh en Midjourney
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