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su problema no es el dinero, es que ya no puede caminar en línea recta


Subir a un crucero puede ser sinónimo de vacaciones para la mayoría de las personas, suele ser un descanso lujoso y ocasional. Pero para este hombre, se trata de la vida misma. Mario Salcedo es un inversor de origen cubano que navega desde hace más de 20 años sin pausa por el mundo y ha hecho de este tipo de barco turístico su hogar permanente aunque afectó su salud y ahora no puede mantener el equilibrio.

El hombre millonario contó que dicha decisión la tomó en plena madurez después de décadas dedicado a las finanzas.  Salcedo, que es apodado “Super Mario” por los tripulantes de Royal Caribbean, hizo de los cruceros su rutina diaria. Desde que abordó su primer viaje marítimo a los 45 años, decidió no volver atrás. Hoy a sus 65 sigue con sus travesías sin regresar del todo a tierra firme, salvo para cuestiones médicas, bancarias o logísticas.

Todos los capitanes me conocen”, dijo entre risas a Condé Nast Traveler, al recordar cómo uno de ellos le puso el apodo que lo acompaña hasta ahora. Su vida se desarrolla en cubiertas, salones de baile y restaurantes flotantes. Y también en su “oficina”, que es una mesa marcada con un cartel hecho a mano que anuncia, simplemente, “Oficina de Super Mario”.

Desde ese rincón en la cubierta 11 del Navigator of the Seas, Salcedo sigue manejando su negocio de inversiones mientras navega por el Caribe, el Mediterráneo o hacia Asia. “No tengo vacaciones. La gente viene aquí para descansar. Yo vivo aquí”, declaró al mismo medio.

Rutina de lujo, hábitos de tierra

Mario presupuesta entre 60 y 100 mil dólares al año para mantener su estilo de vida marítimo. Paga sus viajes con tarjeta para acumular millas que luego usa en los pocos vuelos que necesita y reserva con más de un año de anticipación para asegurarse de mantener el mismo camarote interior, sin balcón, por meses. “Ahí solo duermo, me baño y me cambio de ropa”, explica. El resto del día está activo; ya que baila, camina, fuma puros cubanos, ve deportes y socializa.

Según Condé Nast Traveler, Salcedo acumuló más de 850 cruceros y unas 6,000 noches en el mar. Ha mantenido su estado físico al evitar los excesos alimenticios a bordo y caminando diariamente por los pasillos de los barcos. “Solo subo de peso cuando bajo a tierra y como en cadenas de comida rápida”, bromea.

Adventure Of The Seas 1218316 1280
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La factura del mar: perder el equilibrio en tierra

Aunque la mayoría pensaría que el costo más alto de vivir en un crucero sería económico, para Salcedo el verdadero precio ha sido corporal. Después de más de dos décadas en las olas, desarrolló un raro trastorno llamado enfermedad del desembarque, que afecta al sistema vestibular.

El resultado es que al pisar tierra firme, experimenta una sensación constante de movimiento, como si aún estuviera navegando. Le cuesta caminar en línea recta y ha perdido la llamada “pierna de tierra”.

“Me tambaleo tanto que no puedo caminar bien cuando bajo. Me siento más estable en un barco que en tierra”

Un habitante del océano

Salcedo tiene un condominio en el sur de Florida, pero lo visita raramente. Sus bajadas a tierra son breves y planificadas. A diferencia de otros viajeros, evita las excursiones durante los días de puerto. Prefiere quedarse a bordo, bucear o disfrutar de una copa en su salón favorito.

Una de sus travesías más memorables fue un viaje de 72 días desde Estados Unidos hasta China, donde cruzó el estrecho de Gibraltar y el canal de Suez. Fue la despedida simbólica de su barco favorito, el Voyager of the Seas, rumbo a su nueva base en Shanghái. No bajó ni un día.



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