El análisis del pasado reciente se impone estos días en Ciudad de México, ejercicio necesario para tratar de entender el asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz, colaboradores cercanos de la jefa de Gobierno de la capital, Clara Brugada. El aparente sinsentido del ataque, ocurrido el martes por la mañana en una zona céntrica, contra dos funcionarios alejados de las cámaras, abruma a las autoridades. De momento no hay detenidos y la exigencia crece. El atentado se erige en el mayor reto que ha enfrentado el gabinete de seguridad de la Administración de Brugada desde su llegada al poder en octubre.
Dada la profundidad del ambiente delictivo en la ciudad y su zona metropolitana, la cuestión es dónde buscar. Las maneras del autor material del atentado —uno de los cuatro que al menos participaron— hace suponer a las autoridades que tenía cierta experiencia en el medio criminal. Aunque tal inferencia no achica demasiado el cuadro: del 1 octubre al 14 de mayo, la policía de la ciudad detuvo a “3.404 personas por delitos de alto impacto, 355 pertenecientes a 19 células delictivas, que ya fueron desmanteladas”, según informó el secretario de seguridad, Pablo Vázquez, la semana pasada.
Narcotráfico a gran escala, venta de droga al menudeo, robo de vehículos y refacciones, despojo de casas, terrenos y departamentos, disputas entre redes de comerciantes —con local fijo o ambulantes—, extorsiones y secuestro exprés, montachoques… El catálogo de delitos capitalino se expande hacia el infinito en una ciudad con una proporción de agentes por habitante mayor a la de cualquier otro Estado del país. Policías, funcionarios, periodistas y la sociedad en general se preguntan estos días hacia dónde mirar, qué gremio criminal esconde las claves del atentado.
Durante los primeros días, las pesquisas se han centrado en el seguimiento de los perpetradores a través de las cámaras de seguridad, públicas y privadas. Los datos que ha compartido la autoridad y los filtrados a la prensa permiten señalar que el pistolero vigilaba a las víctimas, al menos desde el 14 de mayo. En un vídeo de ese día compartido en redes sociales por reporteros de nota roja, aparece presuntamente el agresor, vestido con un chaleco verde, parecido al del día de los asesinatos, aguardando la llegada del auto de Guzmán, en el mismo lugar donde la mataría, a la misma hora, una semana más tarde.
Las interpretaciones del vídeo del 14 de mayo han apuntado a un intento fallido del asesino: aquel día, Guzmán, que recogía en ese lugar a Muñoz para ir a trabajar, no pasó por él. En todo caso, la detección previa del presunto asesino permite deducir que la vigilancia se remonta todavía más en el tiempo. El seguimiento habría permitido a los criminales saber que aquel espacio, un cruce de la muy transitada calzada de Tlalpan, vía rápida entre el norte y el sur, sin semáforos, era el punto perfecto para atacar.
Así lo hicieron seis días más tarde, con toda la logística de huida preparada. Guzmán, de 42 años, llegó manejando a la altura de la parada de metro Xola, sobre Tlalpan, a eso de las 7.00. Se detuvo en el carril más cercano a la banqueta, puso las luces de emergencia. Un tipo con casco, posiblemente el mismo de la semana anterior, esperaba justo allí. Segundos más tarde, Muñoz, de 40, llegaba caminando, bajaba de la banqueta para abordar el carro, cuando el pistolero se levantó y se acercó. Primero tiró contra la conductora, luego contra él, luego otra vez contra ella: 12 balazos en total.
Las cámaras de vigilancia permitieron a las autoridades conocer parte de la ruta de huida. El pistolero se fue corriendo hacia la calle Napoleón, unos metros hacia atrás. Luego tomó una motocicleta y, solo o con ayuda, trató de perderse en las calles de la cercana colonia Moderna. Allí abandonó el vehículo y se subió a una camioneta azul, en la que supuestamente iban uno o más compinches, con la que presumiblemente se trasladaron al Barrio La Asunción, en Iztacalco, a unos diez minutos de allí en carro. De La Asunción, volvieron a cambiar de vehículo y tomaron una furgoneta gris. Las autoridades no han dado más detalles oficialmente, pero los datos filtrados apuntan a municipios de la zona noreste del área metropolitana, Tonatitla, Zumpango.
Desde el jueves, el goteo de información parece haberse detenido. Es habitual y ha ocurrido en otros casos de alto impacto. Cuando sicarios atentaron contra la controvertida exdiputada local y lideresa de comerciantes ambulantes, Diana Sánchez Barrios, en octubre, las autoridades dieron la poca información que tenían al principio y callaron hasta las primeras detenciones, en noviembre. Antes, en julio, cuando un criminal asesinó al mando policial de la capital, Milton Morales, precisamente en esa zona noreste del área metropolitana, las autoridades informaron en fases. Lo mismo ocurrió antes, con el ataque contra el popularísimo periodista Ciro Gómez Leyva, o previamente, en 2020, cuando trataron de asesinar al predecesor de Pablo Vázquez en la policía, Omar García Harfuch.
Hay más similitudes entre este y otros casos de alto impacto, además de la manera en que fluye la información. Lo señalaba esta semana el propio Vázquez, que decía que los criminales que cometían delitos de este estilo en la ciudad, seguían patrones de huida parecidos, siempre hacia el Estado de México, por el norte, el oriente, el poniente. Vázquez no dijo por qué, pero la explicación parece evidente: la densidad de cámaras de vigilancia funcionales desciende en el área metropolitana de la capital. Perderse es más fácil.
Refacciones, despojos y algunas bandas
Más allá de las cámaras, los esfuerzos de las autoridades se centran estos días en dos puntos. Por un lado, están los peritajes realizados a los vehículos que usaron los criminales, las pruebas de ADN a las prendas de ropa halladas junto a la moto y en la camioneta, y los posibles restos foliculares o epiteliales presentes en los asientos. Por otro, el cruce de las actividades de las víctimas en las últimas semanas, con la bitácora de detenciones de las autoridades locales, rica y vasta como pocas, que va de la captura de un presunto líder del CJNG, a los golpes a dos bandas locales, o la batalla constante contra los ladrones de autopartes.
Mucha gente ha señalado esta semana al CJNG como la opción más lógica. El tipo de ataque, perpetrado a plena luz del día, con un nivel de profesionalidad y organización más que evidente, parecido al de García Harfuch —solo en el sentido de la organización, nunca en el de la magnitud— apuntala esta teoría. La detención el 14 de mayo de Israel Gálvez, líder del CJNG en al menos tres alcaldías de la capital, Coyoacán, Iztapalapa y Xochimilco, la alimenta.

Pero fallan varias cosas. Primero, que el vídeo filtrado, del mismo 14 de mayo, cuya veracidad se ampara en la afirmación de la autoridad de que los criminales vigilaban a las víctimas desde hacía días, prueba que la conspiración venía de antes de la detención. Y segundo, a Gálvez lo agarraron apenas con 600 dosis de droga, un vehículo, cartuchos, chalecos, y algunos documentos… ¿Por qué sus secuaces se cobrarían venganza por algo aparentemente menor? Y además, ¿por qué contra dos funcionarios que era difícil que conocieran?
Desde los tiempos de Harfuch al menos, la Secretaría de Seguridad Pública de la capital labora bajo la noción de que no hace falta una gran estructura criminal para cometer crímenes sofisticados de alto impacto. En el caso de Milton Morales, los perpetradores eran en general un grupo de criminales de medio pelo, la mayoría vinculados al robo de vehículos en la alcaldía Gustavo A. Madero. Así, importan menos las siglas que las capacidades que haya podido desarrollar un grupo menor, afectado de alguna manera por el Gobierno local, asumiendo que no haya un tema personal de por medio.
En el último mes y medio, además del presunto líder del CJNG, las autoridades locales han desarticulado a un pequeño grupo criminal, retal de alguna de las patas de lo que fue la Unión Tepito, cuyos viejos líderes están presos. También atraparon a un grupo de despojadores de casas de Iztacalco, y a otro de montachoques, criminales que chocan su carro a propósito para extorsionar a las víctimas, en la alcaldía Venustiano Carranza. Detuvieron a ladrones de joyas y narcomenudistas. Golpearon a la banda de La Madame, de Iztapalapa y Tlahuac, a la de Los Gastones, también en la zona oriente, y atraparon al líder del Cartel Nuevo Imperio…
La lista sigue y sigue. Desde octubre, la jefa de Gobierno ha sido muy enfática en combatir particularmente la extorsión y el robo de vehículos y autopartes. La cantidad de extorsionadores detenidos asciende a más de 300. Los decomisos de refacciones de coches y motos se cuentan por toneladas, en predios y bodegas de las alcaldías Iztacalco, Álvaro Obregón o Gustavo A. Madero. A la vista de la actividad policial, las posibilidades del caso Guzmán y Muñoz son enormes, igual que las expectativas de la ciudadanía. ¿Cuál será el móvil de un ataque que ha devuelto el miedo a la población?

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