En 1955, Albert Einstein falleció sin haber logrado uno de sus mayores anhelos: una teoría que unificara la gravedad y el electromagnetismo en un solo marco geométrico. Durante décadas, este objetivo ha sido considerado una meta inalcanzable, relegada a los márgenes de la física teórica.
Sin embargo, un reciente trabajo de los investigadores finlandeses Jussi Lindgren, Andras Kovacs y Jukka Liukkonen propone un nuevo enfoque matemático que podría acercarnos a esa unificación. Publicado en el Journal of Physics: Conference Series, el estudio sugiere que tanto la gravedad como el electromagnetismo podrían ser manifestaciones de la geometría del espacio-tiempo.
La vieja obsesión de Einstein: unificar lo que parecía separado
El problema que Einstein intentaba resolver era conocido, pero nadie sabía cómo abordarlo. Desde que él mismo presentó su teoría de la relatividad general en 1915, había quedado claro que la gravedad no era exactamente una fuerza, sino el efecto de que la masa curva el espacio-tiempo. Pero ¿y el electromagnetismo? Las ecuaciones de Maxwell, que explicaban los campos eléctricos y magnéticos, parecían hablar un lenguaje completamente distinto.
Einstein quiso unificar ambos mundos. Otros, como Theodor Kaluza, lo intentaron también, incluso añadiendo una quinta dimensión. Pero ninguna de aquellas ideas convenció plenamente a la comunidad científica. Las décadas pasaron y la física moderna se volcó en otros caminos, como la teoría de cuerdas, que buscaba unificar todas las fuerzas fundamentales, aunque hasta ahora sin resultados sólidos.
Lo sorprendente del trabajo de Lindgren, Kovacs y Liukkonen es que recuperan aquella búsqueda, pero por un sendero diferente. En lugar de añadir dimensiones o partículas nuevas, lo que proponen es mirar el electromagnetismo de otro modo: no como algo que “añades” al espacio-tiempo, sino como algo que nace de su propia geometría.

La clave está en la geometría de Weyl
Para construir su modelo, los autores se basan en un tipo particular de geometría, la llamada geometría de Weyl. Esta idea no es nueva: fue planteada en 1918 por el matemático Hermann Weyl, que quiso generalizar la geometría de Riemann —la misma que usaba Einstein— para permitir que las longitudes pudieran cambiar localmente.
Este detalle, aparentemente técnico, cambia por completo la perspectiva. En el espacio-tiempo habitual de Einstein, las distancias están fijas. Pero en la geometría de Weyl, esas distancias pueden comprimirse o estirarse en función de propiedades locales. Y aquí es donde entra la electricidad.
Según explican los autores, “la carga eléctrica puede entenderse como una compresión local del espacio-tiempo”, una frase que aparece tal cual en su artículo. Es decir, en esta teoría, no hace falta que las partículas lleven la carga “puesta encima” como un atributo externo. La carga es una manifestación del espacio-tiempo deformándose en un punto concreto.
Este planteamiento tiene varias consecuencias muy interesantes. Por ejemplo, en su modelo, el conocido efecto de la fuerza de Lorentz —la que actúa sobre una partícula con carga cuando está en un campo electromagnético— no se explica como una fuerza externa, sino como un efecto geométrico. Como dicen en su trabajo: “la ley de la fuerza de Lorentz es simplemente la ecuación de las geodésicas en este espacio-tiempo modificado”.

Un electromagnetismo que sale solo de las matemáticas
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores aplican una herramienta poderosa: el cálculo de variaciones. Se trata de un método que permite determinar cuáles son las ecuaciones que rigen un sistema a partir de un principio de optimización: la naturaleza “prefiere” las soluciones que minimizan o maximizan ciertas cantidades.
En este caso, lo que los autores hacen es buscar un tipo especial de espacio-tiempo en el que las variaciones de su métrica —es decir, de sus propiedades geométricas— sean las mínimas posibles. Es de esta condición de donde emergen, de forma natural, las nuevas ecuaciones que generalizan las de Maxwell.
Ellos las llaman las ecuaciones generalizadas de Maxwell. Y lo más impactante es que, en ciertas condiciones particulares, estas nuevas ecuaciones se reducen exactamente a las que ya conocemos. Como dicen en el paper: “las ecuaciones de Maxwell tradicionales aparecen como un caso lineal especial de nuestras ecuaciones no lineales más generales”.
Este resultado es crucial porque muestra que su modelo no contradice lo que ya sabemos, sino que lo contiene como un caso particular. Pero al mismo tiempo abre la puerta a fenómenos nuevos, que las ecuaciones habituales no permiten describir.

Predicciones: luz, vacío y fluctuaciones en el espacio-tiempo
Uno de los resultados más sorprendentes de este enfoque es su visión de la luz. Según explican, las ondas electromagnéticas, incluida la luz, no son más que oscilaciones del propio espacio-tiempo. En sus palabras: “la radiación electromagnética se interpreta como vibraciones de la geometría del espacio-tiempo”.
Esto tiene consecuencias fascinantes. Por ejemplo, permite explicar de un modo distinto ciertos fenómenos cuánticos, como el efecto Aharonov-Bohm, donde una partícula se ve afectada por un potencial electromagnético incluso en zonas donde el campo es nulo.
Además, el modelo predice que, a escalas extremadamente pequeñas —las del llamado nivel de Planck—, el vacío del espacio-tiempo no es un lugar tranquilo, sino un escenario de fluctuaciones continuas. Como escriben los autores: “el modelo predice fluctuaciones aleatorias del campo electromagnético a escala de Planck y, por tanto, la creación y aniquilación aleatoria de carga eléctrica”.
Este tipo de predicciones no solo resultan estimulantes desde el punto de vista teórico, sino que ofrecen caminos concretos para explorar en futuros experimentos. Si esas fluctuaciones pueden detectarse algún día, estaríamos ante una confirmación espectacular de que el electromagnetismo no es algo añadido al universo, sino una parte intrínseca de su arquitectura.
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